Viaje iniciado; destino incierto

La ensenada de plata… no entendía por qué razón había vuelto después de tantos años, pero el caso es que allí estaba; en la capital, para ser más exactos. De alguna forma, había sentido una especie de fuerza interior que la empujaba hacia aquel sitio, lugar donde se había criado, donde lo había perdido todo y ganado otras cosas al mismo tiempo…  por su mente pasaban miles de recuerdos, felices en su mayoría, de su última estancia en el reino. Lo había dejado todo atrás en tan solo un día, queriendo alejarse de los sucesos pasados; la temprana muerte de sus padres, cuando solo era una niña, la soledad que había sentido durante todos esos años sin compañía, y también una extraña curiosidad que había despertado en ella el deseo de visitar terreno inexplorados por los demás elfos.
Se había subido en un bote y había remado con el fin de alejarse por mar de la Ensenada, pero durante una terrible tormenta había perdido buena parte de su embarcación y no le había quedado otra que esperar a ser rescatada por un gran barco mercante, el capitán del cual le había dicho que se dirigían a una bonita isla. El engaño fue un éxito y la inocente elfa no sospechó en ningún momento, por lo que, al final se acabó encontrando indefensa en un territorio que no tenía nada de bonito o acogedor, sino que se trataba del hogar de cientos de bestias peligrosas. Lejos de querer averiguar la razón de ese vil engaño por parte del capitán del barco, Ikarin se fabricó un arco con una resistente caña de bambú y una cuerda de fibras vegetales y empezó a combatir contra los seres que la atacaban a cada rato. Al final fue la única que quedó con vida de toda la tripulación, y, tras cazar algunas bestias para comer, volvió a poner rumbo hacia su pueblo natal. Había observado como el capitán manejaba el barco, así que no resultó difícil llegar.
Y ahora se encontraba de nuevo ahí, la pequeña elfa convertida en una arquera digna de admiración.
-Estoy en casa…- susurró, para nadie en particular.

El invierno va pasando en por ese territorio de prisa, comenzando dentro de algunas semanas la amada primavera. Ya no nieva en la Ensenada de plata, aunque aún el frio se hace sentir, en especial por la madrugada. Las lluvias como de costumbres son generosas por lo que junto a los cuidados de los hijos del bosque y la bendición de la Madre Tierra hacen de esa lugar la tierra de ensueño que es desde que la historia puede llamarse así misma historia.

Una elfa regresa a casa ese día en balsa, pero si bien las tierras se ven como ella lo recuerda sus habitantes no, porque ahora tienen un puerto más grande que en años anteriores, un puerto para comerciar más que nada con el reino del Puño de Hierro, el pueblo que los expulso de casa hace siglos atrás ahora les tiende una “mano amiga” para comerciar con ellos, llevándose todo lo que pueden y trayendo todo lo que pueden, pero por sobre todo para “protegerlos” y seleccionando muy bien con quienes han de relacionarse ellos y con quienes no, por lo que el gobierno de los elfos por estos días está muy débil y básicamente pintado ya que las decisiones que da dicta la princesa Elenore en realidad son controladas por los embajadores del reino humano. Pocos elfos y muchos humanos nota en el puerto, y mucha presencia militar y mucho control de parte de los humanos, más de uno la miro, pero al ser una elfa no le prestaron más importancia que la que prestarían a un gato o a un perro, para ellos ella es básicamente eso, un animal. Entre tanto humano, que bien que tienen variedad en esa raza destaca uno diferente a los demás, es una mujer tierna de corta edad que camina tímida por allí y por allá, debe tener unos 13 o 14 años de edad, a veces siendo molestada por los marineros que le gritan impropios. Se aleja la chica de ellos lo más que puede, pero claramente está perdida y sin un rumbo fijo a seguir.

Spoiler:

La elfa vagó por los alrededores del sitio en el que se encontraba, una preciosa plaza de piedra, la cual poseía como "decoración" una gran fuente de la que brotaba un agua cristalina que casi parecía plata a causa de los distintos reflejos que le daba el sol. Ella conocía esa plaza tan bien como su propio nombre, el trabajado suelo circular, los bancos de madera pulida de más allá, y el pequeño jardinito trasero en el que crecían mayoritariamente rosas y alguna que otra flor de vivos colores. Sin embargo había algo que había cambiado, algo que la elfa encontraba extraño y hostil, sin saber muy bien el porqué.
“Demasiada presencia humana” dedujo mentalmente, al verse observada varias veces por individuos que, evidentemente, no eran elfos. “¿Una invasión?” Ikarin se alarmó ante ese pensamiento, la ensenada de plata siempre había sido tierra de elfos, y verla inundada de humanos la hacía entrar en una terrible confusión; toda esa gente era intrusa, ¿qué hacían allí?, quiso buscar otro elfo como ella entre la multitud que le pudiera dar respuestas, que le dijera que esa gente se iría pronto, pero tras escrutar toda la plaza con la mirada no pudo atisbar a nadie de su misma raza.
Resopló llena de incomodidad; ella no quería tener que compartir su hogar con aquellos seres desconocidos, no tenía por qué hacerlo. Salió corriendo de la plaza, despertando algunas miradas desdeñosas por parte de otros, se dirigió al puerto, donde, extrañamente, habían muchos más barcos mercantes que antes, que ella recordara. Las embarcaciones venían del reino Puño de Hierro, tal vez con el fin de exportar materiales de la Ensenada hasta allí. Nunca antes Ikarin había visto gente de otras tierras, y menos de la llamada “tierra de herreros”, así que tal vez encontrara allí alguna persona nueva que gustara de ser su compañera, ya que se sentía muy incómoda sin conocer a nadie.
Se fijó en una joven, no mayor que ella, cuyos hermosos cabellos azules resaltaban en la cercanía, y que andaba vacilante, como distraída. Dada como era a ayudar a los demás, la rubia se le acercó sonriente:
-Perdona, ¿necesitas ayuda? Conozco el lugar y podría guiarte- ofreció.

Ciertamente los humanos que están allí en la Ensenada de Plata no están para hacer caridad, buscan plata, frutas y verduras necesarias que solo crecen en ese país elfico, sin mencionar todo el mar y costas de esas tierras que pueden explotar. Un gran fortín militar se está armando en ese lugar y según los rumores que corren por el puerto cerca de 20000 soldados imperiales del Puño de Hierro llegaran a esas costas dentro de pocas semanas para residir en ese fuerte y desperdigarse por el territorio para mantener todo bajo control. Poco a poco esas tierras elficas y su dañado pueblo se están convirtió en una colonia mas de las tantas que posee el Puño de Hierro.

Cuando la joven Ikarin se acerco a esa jovencita de bellos ojos azules y de rasgos extraños que la diferencian mucho del resto de los humanos que ha visto en su vida está en principio se refugió en sí misma, y atino a alejarse de ella, pero luego desistió de esa actitud y le mostró una tímida sonrisa, ejerciendo unja reverencia a la joven que frente a ella se encuentra y que ha sido tan amable como para dirigirle la palabra y ofrecerse de guía y compañera.

-Gracias señorita, muchas gracias-Se alegro profundamente, y esa timidez suya hizo que sonriera con las mejillas sonrosadas, su voz es muy tierna, y se le nota un claro acento extranjeroMe llamo Kakita Harusame, y no conozco mucho de este lugar, no conozco de hecho a nadie… Se apena por eso, pero más que pena es tristeza de no tener nadie de confianza allí tan lejos de casa.No tengo mucho dinero para pagar un guía… Recuerda ese hecho y baja la cabeza avergonzada, y si se fija bien en ella notara que tiene una espada en la cintura, la espada luce en su funda reluciente a diferencia de sus ropas que están hechas jirones y sucias. Claramente la chica no duerme hace mucho en un lugar decente, y no se cambia de ropas de seguro hace bastante, y aun así se nota su belleza, por lo que bañada y bien vestida debe ser toda una preciosidad. Algunos marineros le silban y gritan impropios cuando pasan cerca de esa extraña parejita que acaba de reunirse, y no falta nunca el que ofrece dinero por sexo, algo que escandaliza a la jovencita humana que no se cansa de repetir que ellas no hacen de esas cosas.

La pequeña elfa sintió una inevitable decepción ante el aparente miedo que presentaba la jovencita peliazul hacia ella, ya que no tardó en alejarse cuando esta le ofreció su ayuda. Sin embargo pronto pareció arrepentirse de tal gesto, por lo que volvió a su lado dedicándole una adorable sonrisa.
Ikarin se sonrojó ante tanto agradecimiento, a lo que solamente hizo un ademán de “no tiene importancia”; escuchó con atención la presentación de la ajena, y cuando terminó la elfa hizo lo propio: -Yo soy Ikarin, mucho gusto-hizo una pausa para estrecharle la mano con energía- y en cuanto a conocer a nadie… creo que te comprendo… acabo de llegar hace un par de minutos a la Ensenada, me he ausentado durante años y cuando por fin vuelvo… bueno, como puedes observar esto está lleno de humanos, ¿tú sabes el porqué de ello? Me preocupa que mi tierra haya sido invadida…- hablaba con sinceridad, esperando obtener respuestas de la chica y así poder deshacer en parte el nudo de confusión que se le había formado en el estómago. Se ofendió un poco al escuchar las siguientes palabras que formuló Kakita, ¿para qué necesitaba ella dinero si sólo había querido ayudar? Ikarin no era en absoluto una interesada. –No quiero dinero- replicó resuelta- aprecio tu voluntad, pero no lo necesito para nada.
El aspecto de Kakita era algo desaliñado, sin embargo portaba una larga espada que destacaba pulcra en contraste con sus vestimentas. La elfa, por su parte, no iba muy distinta ya que acababa de llegar de una isla desierta tras años de enfrentamientos con bestias salvajes y otras criaturas inidentificables; se podían apreciar múltiples tajos en el fino tejido de su vestido, causados por garras animales o bien por plantas espinosas, manchas de tierra aquí y allá y su pelo rubio estaba enmarañado, sucio y lleno de nudos.
-¿Hay algún sitio en especial dónde quieras ir? Puedo llevarte a cualquier lugar- eso era cierto, después de todo se había criado allí. –Por cierto, Kakita, ¿de dónde vienes? Eres del Puño de Hierro, como toda esta gente?- señaló a ambos lados del puerto, ignorando a los marineros que lanzaban obscenidades sin saber muy bien a quién se dirigían.

Desde el principio Harusame trato de caerle bien a la jovencita elfica que se acerco a prestarle su ayuda, eso y su timidez sin mencionar el trato rudo de los hombres del puerto hacen que sea mucho mas tu nerviosismo y timidez. Suerte para él, porque a pesar de parecer una niña en realidad es un niño que la elfa es de buenos sentimientos y dejo claro con un gesto de las manos que no hace falta tanta agradecimiento hacia ella, y tras presentarse Harusame ella se presento como Ikarin.–Es un gusto conocerla I-ka-Ikarin…-Se puso muy colorado ante ese saludo de la niña elfa que estrecha y sacude la mano de Harusame con mucha energía, en su país ese roce esta casi prohibido socialmente, se necesita de casi toda una vida de confianza para poder tener ese derecho con otra persona. Dejando ese hecho de lado luego viene una pregunta sobre los humanos de ese sitio, y también una breve reseña de lo acontecido en la vida de Ikarin y su reciente regreso.

No…-Niega con la cabeza-No sé qué ocurre aquí…Hay mucha gente, pero pocos elfos y criaturas no humanas, además hay muchos soldados- Lo raro no es solo el que haya muchos humanos, sino la cantidad de gente armada que ahora hay en esa región.  No se asusto ante la réplica de Ikarin, solo pensó en que es una buena persona y que es muy afortunado al encontrarse a alguien que no le pidiese dinero a cambio de algo. –Jejeje que bueno, y gracias…La verdad como le he contado no tengo dinero…Dinero para nada…Necesito dinero y no sé cómo obtenerlo- Ciertamente no está mintiendo, aunque si bien podría ayudar a labrar la tierra eso lo alejaría de su sueño al tener que estar todo un año para que la cosecha de su siembra y poder obtener un dinero el cual probablemente sea poco, nadie le paga a un niño no que debe pagarle en verdad. Si se ven el uno al otro notan con facilidad de que ninguno de los dos parece tener en verdad dinero…Parecen vagabundos, gente sin hogar, sin dinero, sin familia, sin nada…Y en el caso de Harusame eso es verdad, no tiene nada de nada, lo único que posee real sobre si mismo son sus sueños los cuales parecen cada vez mas inalcanzables. La pregunta de Ikarin sobre donde desea ir lo despierta, hace que le brillen los ojos y se pare derecho, se emociona con poder retomar su viaje y esta vez puede de que no esté en soledad, puede de que ella lo acompañe, lo guié y tal vez hasta lo cuide. En un hombre puede ser eso vergonzoso, pero para alguien tan inocente como el pasa desapercibido tanto para propios como para ajenos.

Hay un deseo…-Susurro muy bajo- Hay un lugar al que debo ir…-La mira a los ojos rogando con la mirada a cada palabra que le susurra- El norte, la nieve, el castillo y las gárgolas…Tengo que hacia allí, y me he perdido…-Estaba por rogarle ir hacia allí, con las palabras, con la mirada, con sus gestos, con el alma…Pero la pregunta de ikarin debe ser respondida, o el creyó que debe ser respondida de prisa, por esa razón se contuvo de hacer sus pedidos y paso a responder a la linda chica de orejas puntiagudas y saciar su sed de respuestas.

-No, yo no soy del Puño de Hierro Hikarin-San…Yo nací en la Dinastía del Dragón, muuuy lejos de aquí, de allí partí y ahora estoy aquí por error…Jejeje- Se ríe llevándose la mano a la nuca, cierra los ojos y levanta los hombros avergonzado, demasiados errores ha cometido en su corta vida, una vida que si sigue así será más corta para el de lo imaginado.

Ve suspirar a la chica y el corazón de Harusame no duda en preocuparse, y si bien no todos los suspiros son de preocupación o fastidio el aun es muy pequeño como para conocer que un suspiro también puede darse por amor. La mirada de Ikarin lo asusto un poco, retrocedió un paso pero luego volvió a su sitio, abrió ella tanto los ojos que pensó que se venía una reprimenda contra su persona. Pero la preocupación de la linda elfita es otra, es sobre su pueblo y la llegada permanente de tanto humano proveniente de un mismo sitio, en especial cuando han sido enemigos durante años y hasta hubieron entrado en guerra siglos atrás.

-Nunca antes he estado aquí, así que no sé nada de este reino ikarin-san…Lo siento, no puedo ayudarte en esto, a saber que ocurre-Dijo muy apenada, o apenado, o lo que sea que fuese esa frágil criatura frente a la simpática elfita que parece ahora ponerse a rezar allí donde está. No duro mucho así, el chico solo la miro y ella volvió a mirarlo para responderle que no tiene idea de cómo conseguir dinero, pero lo cierto es que de algún modo el dinero lo necesitaran porque en ciertos sitios le será imposible cazar, ni que hablar que necesitaran mejores ropas si en verdad planean ir al norte como Harusame ya ha expresado anteriormente.
-Ya veo…Bueno, será difícil arreglarnos sin dinero…-Su tono de voz fue triste, y entrecerró sus ojos, aunque no hay tanta diferencia entre ese hecho y cuando tiene los ojos normalmente abiertos ya que así son los rasgos de los que nacen en la Dinastía del Dragón. Todo eso cambio cuando pidió que lo llevasen al norte, claramente eso lo emociona al punto de casi levantar la voz y de perder la etiqueta y buenos modales que viene mostrando desde un comienzo. Pero regreso a ser una chica dulce y nerviosa cuando escucho a Ikarin agregar el “chan” a su apellido, eso lo puso completamente colorado, pues así solo se le llama a los niños pequeños o a aquellos a quienes amas profundamente, y en ambos casos le causa un sonrojo completamente notorio en alguien tan frágil y de piel tan suave como la suya.

-Mmm… De seguro tienes razón Ikarin-chan, no he visto nada parecido por aquí, ni tampoco en otros sitios de este país…-Menciona preocupado, porque en verdad no parece haber por allí nada parecido a eso que el busca ni por casualidad. La elfita se puso pensativa durante un largo rato, y Harusame guardo silencio sabiendo que no debe interrumpirla, después de todo no sabe que decirle, así que el silencio fue su mejor elección en esos momentos. Valió la pena la espera ya que ikarin dijo algo muy cierto, la tierra de los Enanos tiene muchas montañas y castillos, nieve y roca de sobra, él lo sabe bien ya que después de todo el viene de allí. –Tienes toda la razón ikarin-chan, conozco algo de allí, pero me perdí y luego termine aquí en la Ensenada de Plata, es un viaje muy largo…Y puede ser difícil, pero yo tengo que ir ikarin-chan, tengo que ir…-Está claro que tiene que ir, aunque no dice porque ni para qué, pero el está dispuesto a ir hacia allí a encontrar el lugar de sus sueños suceda lo que suceda, cueste lo que le cueste.

Cada vez que Ikarin lo mira tan profundo con esos ojos color carmín que posee Harusame se pone colorado, no puede soportar que lo miren tan directamente a la cara, le da vergüenza, por lo que nervioso y tímido baja la mirada como si así se escondiese de la mirada curiosa de la elfa frente suyo. Mientras la hermosa elfita piensa en como su compañera termino llegando a la Ensenada de Plata cuando en teoría ya se encontraba donde debía de estar el tema del dinero volvió a salir a flote ella comenzó a pensar en otra cosa, en el dinero y en para que se utilizada, alguien como ella desconoce los usos del dinero y de lo que es capaz de llegar a hacer la gente por obtenerlo. Escucho atento cuando ella le hablo y levanto la mirada para posar sus ojos en las manos de la hermosa jovencita elfica que de la nada consigue al menos 10 monedas de oro…¡10 monedas! Es demasiado dinero, al menos para la gente común es un muy buen dinero.

-Eso es mucho dinero Ikarin-chan, podremos comer muy bien y conseguir hospedaje si nos hace falta-Responde muy animado, de verdad que el dinero de la elfita es una salvación, aunque le cause vergüenza admitirlo ya que ese dinero es de Ikarin y no suyo, él no tiene nada y le causa malestar depender siempre de los demás para todo en su vida…Comienza a pensar el chico que es una carga para todos, un inútil…Y se hubiera puesto a llorar allí mismo por ese hecho si no fuese que su compañera muy curiosa e insistente comenzó a hacerle preguntas sobre el motivo de su viaje. Se le hizo muy difícil responder, empezó a dar vueltas y a mirar para todos lados asustado, pero luego término mirando a Ikarin a los ojos, y luego bajo la mirada al pecho de la chica para finalmente comenzar a hablar muy bajito, solo para que ella lo escuche.

-Porque lo sueño a menudo…Un castillo donde nunca para de nevar, el cielo a pesar de eso es azul, y las gárgolas lo vigilan…La nieve me llama, voces extrañas me llaman y dicen que me esperan…-Siempre se siente como un tonto al explicar el porqué de su viaje al norte, de sus deseos y tantos ánimos de llegar allí, porque es algo que todos tildan de loco o estúpido.

-Tal vez si Ikarin-chan, pero no creo baste con 10 monedas para un caballo…-Responde Harusame algo desanimado, ya que los animales suelen ser muy caros, más las mulas y caballos que son las animales de trabajar duro y sin cansancio.

Muchas personas nunca en su vida ven oro, y menos diez monedas de oro juntas, por lo que Harusame a pesar de ser tan pequeño se sorprende, sabe bien lo que es no tener nada de nada y esas diez monedas de oro equivalen a meses y casi años de comida. Dio un pequeño respingo cuando la elfita asi de buena y alegre que es le puso las manos sobre los hombros para hablarle a la cara animarlo, el tono sonrosado de sus mejillas se mantuvo sin desaparecer siendo claramente visible por todo aquel que lo observase en esos momentos. Se le pusieron aguados los ojos al jovencito oriental, Ikarin es demasiado buena y no sabe si llora de felicidad o de vergüenza, o de ambas cosas.

-Lo siento…-Eso fue todo lo que dijo y bajo la mirada nuevamente, no quiere mostrar sus lagrimas pero teniéndola tan cerca a su compañera es imposible de evitar sin ser demasiado obvio o grosero con ella. Cierto es que el dinero no lo es todo en el mundo, pero cuando este falta las cosas se complican demasiado.Trato de sonreír para Ikarin y lo consiguió, aunque no le duro mucho la sonrisa al menos mostró su gratitud de ese modo, después de todo no tiene nada para ofrecerle a la elfita de valor, solo una sonrisa.–Así es Ikarin-chan…Un sueño, un sueño desde hace años…Tan real, tan real como a veces aterrador- Interpretar un sueño es algo difícil, se puede errar años y años incluso teniendo este varias respuestas para ser entendido y descifrado. Vuelve a sonreír gracias a la amable Ikarin, esta puede ser otra de las tantas veces en que Harusame se cruza con un ángel de la guarda, siendo el primero Zepas golpe ferreo, luego Zafira, y ahora ella. Para suerte de Harusame la gente de buen corazón parece rodearlo muy seguido, acompañarlo y cuidarlo sin pedir nada a cambio.

-Gracias Ikarin-chan…Tengo que ir, pero si estás conmigo tendré mas valor para soportar el viaje-Cierto es que es más duro viajar solo que acompañado, en especial si no tienes mucha confianza en ti mismo, confianza y experiencia para hacerlo, conocer el terreno y los métodos de sobrevivir a él.

Al poco tiempo de conversar parece ser ahora Ikarin la que está decepcionada, aunque no sabe bien Harusame porque, pero parece preocupada.– Vamos…-Hubiera contestado más animado pero el toque cálido de la elfita y el que lo sostenga de la mano llevándolo como si fueran amigas de toda la vida o hermanas desde siempre lo hizo callar. Alguien tan abierta al corazón como Ikarin choca con la educación y modo de vivir de alguien que nació y creció en la Dinastía del Dragón donde todo es tan serio y educado, lleno de formas y costumbres. Camina con ella de la mano siendo guiado completamente por Ikarin, Harusame solo le sigue el paso completamente sonrojado, y teme hablar porque si lo hace se notara claramente su nerviosismo, tal vez incluso pueda tartamudear o algo así y sin duda será un momento bastante vergonzoso para él.