Rostros del pasado

Oteé las calles y los edificios, buscando la marca que ella misma me había indicado. ¿Una luna atravesada por una lanza? ¿Quién se escondería tras ese símbolo? Me olía a algún clan, o un grupo que se reunía de manera clandestina, aunque lo que hicieran no era de mi incumbencia, yo solo iba a llevar a esa chica a un lugar seguro.

Al cabo de unos minutos dando vueltas por las oscuras callejuelas, atisbé algo en una pared, el mismo símbolo que ella me había descrito. Caminé hacia esa zona con lentitud, y con los sentidos bien agudizados por si acaso.

- ¿Es ese símbolo?-pregunté en susurros a Shirka.

Miré a la morena, pero entonces, escuché un sonido cercano, como un crujido. Eso me hizo tensar el cuerpo, alarmada. ¿Más guardias? ¿Algún ciudadano rezagado? ¿O quizás un animal callejero? No lo sabía, pero desde luego no me iba a quedar ahí para averiguarlo. Miré a Shirka, apremiándola para entrar en la casa, si es que esa era a la que ella se refería.

Vigilante, seguía buscando dicho emblema entre los muros de esa parte de la ciudad. Bastante tranquila a decir verdad, con esa típica calma antes de una tormenta. Prsentía que si bien ahora podrían tener éxito, como tardaran de más en encontrar dicho símbolo se hallarían en problemas. O quizás, sentirse débil por el pie herido la hacía volverse más paranoica.
Sea cual fuere el caso, quería encontrarlo cuanto antes.

Dirigió sus ojos verdes hacia el símbolo del que la habló su acompañante. Sí ese era, pero no era tan fácil. La gente a la que le gustan los secretos solo va dejando pequeñas pistas para otras personas que pueden entender dicho lenguaje. Así que, con la cabeza señalo a la callejuela, oscura y bastante estrecha, que salía desde el lateral donde se encontraba el símbolo.
Había que internarse primero por ahí. Y rogar porque no hubiese nadie al otro lado, dado que el problema de salir de dicha callejuela, es que era un atajo muy útil, pero la salida no era demasiado conveniente por la estrechez.

Apenas tuve que esperar, Shirka reconoció el símbolo y asintió, y yo no necesité que me repitiera las indicaciones para saber que quería introducirse por el callejón de al lado, el cual era estrecho y oscuro. Aún ayudándola a caminar, caminé introduciéndome en él, pero cada vez la callejuela era más pequeña y difícil de cruzar, por lo que habría que ir una por una. A pesar de eso, no la solté, sino que la seguí agarrando y ayudando para que caminara.

Di una breve mirada hacia atrás, pues no había olvidado el ruido anterior, y no me apetecía para nada que fuera algun guardia o ladrón. Ni yo sería capaz de pelear a gusto (nos encontrábamos en un callejón super estrecho y  quien estaba más metida en él era yo) ni tampoco quería que los guardias vinieran a por nosotras.

- ¿Y crees que me dejarán entrar tus amigos?-pregunté en un susurro, adivinando que ella no estaba sola en esa ciudad.

La chica de ojos verdes se sentía algo extrañada por toda la ayuda que le estaba dando Ytse, estaba herida, pero no era de porcelana, así que, no había la necesidad de ayudarla tanto como lo estaba haciendo. Quizás su apariencia podía verse muy oscura, pero en el fondo, no era más que una buena persona.

A pesar de que no era el lugar más cómodo del mundo, al menos estaba sumido en profundas sombras, por lo que no verían bien lo que pisaban, pero tampoco sería fácil localizarlas, siempre y cuando se mantuviesen en silencio. Así que, a pesar de la incomodidad, era un escondite útil.

- No te preocupes, no creo que haya mucha gente en ese lugar. Es tan solo un refugio provisional, o un escondite.- respondió al llegar al final del callejón.

Asomó ligeramente la cabeza para mirar a ambos lados, satisfecha de que no hubiese nadie. Así que, salió simplemente de ese lugar tan estrecho y observó la pequeña plaza a la que habían salido. No había nadie en la calle, y todas las casas a su alrededor no tenían luz alguna. En el centro de esta había una vieja alcantarilla cerrada por una sucia reja. Desde ese lugar no salía ningún olor demasiado agradable, pero ahí era donde tenían que continuar su viaje. Puesto que grabado en el metal, estaba el mismo símbolo que en la casa.

La morena sacó una llave de uno de los bolsillos de su ropa y la introdujo en una hendidura que había. Tras girarla, se escuchó un pequeño chasquido, indicando que ya la reja era libre de moverse. Con cuidado intentó levantarla sin producir demasiado ruido.